Yo veo, es su verbo, y sirve para ejemplificar la visión con la que puede prever y disipar muchas de las trabas y oposiciones que puedan surgir en su camino.

No es un hombre para encogerse de hombros, la mayor preocupación que radica en él, es la de recomendarle prudencia antes de actuar. Ya que ese radar del “yo veo” que le infiere la regencia del planeta Júpiter lo levanta tantas veces como pueda caer.

Su sinceridad a la hora de hablar es aplastante, es tan franco que sus palabras muchas veces funcionan como dardos que dan justo en el blanco pudiendo herir a quienes se le opongan o intenten hacerle la contra.

A pesar de su poder dialéctico se trata de un nativo extremadamente sensible y cualquier detalle negativo puede llegar a lastimarlo muchísimo.

Su honestidad hacia la gente provoca dos tipos de sentimientos, o lo adoran o lo detestan.

Es que el hombre sagitario no equilibra términos medios, es muy realista y como sus planes son concretos sufre mucho si no logra conseguirlos.

Aunque se siente muy bien en grupos su lema es el de “más vale solo que mal acompañado”.

Aquella persona que lo conquiste deberá reunir la sencillez y el optimismo del mundo. La dualidad entre alegre y recatada debe primar en quien esté a su lado.

Si quiere ser su amiga deberá seguirlo y estimularlo en su lucha constante, aun si él no se lo pide.

La aparatosidad y los formalismos no encajar con su manera de pensar y vivir.

Sus emociones son netamente prácticas, por lo que no le ablandan ni conmueven las lágrimas.

La libertad es su gran emblema.